La UE ha sido una fuente de esperanza para Europa del Este – y ha cumplido sus promesas

En un momento en el que el proyecto de unidad europea está siendo sometido a pruebas importantes, cabe ilustrar qué significa la UE exponiendo lo que ha supuesto para algunos de sus miembros más recientes: varios Países del Este de Europa.

En esta categoría incluimos a los países que salieron del “panorama económico desolador” (en palabras de Daniel Daianu para el caso de Rumanía) dejado por los regímenes económicos comunistas en los países del Pacto de Varsovia. Para ellos, la UE, nacida en el Tratado de Maastricht en 1993 a partir de las Comunidades Europeas, representaba una promesa: La promesa de la libertad política y del desarrollo económico en una economía de mercado abierta. Esta promesa venía además acompañada de un elemento político muy importante para ellos: la defensa respecto al gran vecino del Este bajo el paraguas de la OTAN.

Los resultados de la transición a una economía de mercado fueron bastante distintos según los países. Algunos partían de bases más sólidas e hicieron un diligente trabajo de reforma, como Chequia, y empezaron a crecer fulgurantemente, y otros países sufrieron mayores complicaciones. La transición en Bulgaria y Rumanía fue bastante más complicada, sobre todo en los primeros años: partían de una mayor pobreza relativa, contaban con instituciones con menos capacidad y menor impulso reformista, y tenían industrias más difíciles de reconvertir. Pero los países que más atrás se quedaron fueron aquellos que sufrieron algún conflicto militar o civil, como varios de la antigua Yugoslavia, Albania o la República de Moldavia.

A principios de siglo, cuando la adhesión a la UE se vio como una decisión firme y con un plazo definido para un grupo amplio de países, se desató la euforia. Los capitales internacionales empezaron a entrar a raudales en países a los que se prometió una rápida entrada en la UE y cuyo potencial se percibía como enorme, en una época en la que la liquidez generada por los bancos centrales y por el sistema financiero abundaba, con tipos de interés reales prácticamente nulos en los países más avanzados, y bancos con ganas de dar crédito. El periodo pre-adhesión fue de extraordinaria bonanza para muchos países, así como los primeros años de pertenencia a la Unión Europea. Tanto, que la mayor parte del progreso económico en términos de PIB per cápita desde comienzos de siglo se produjo en esos años.

No obstante, al poco de entrar en la UE, el panorama económico cambia bruscamente: la Europa Emergente es uno de los primeros afectados por la crisis de 2008, que golpea duramente en la región. Se produce un parón brusco de los flujos de capital internacionales a la región, que motiva un ajuste económico. La UE y las instituciones financieras internacionales acudieron al rescate, incluyendo planes de ajuste fiscal en varios países, que se vieron compensados con el nuevo acceso a los importantes fondos estructurales de la Unión. Los nuevos países pudieron así ver que este nuevo acceso a la solidaridad europea les permitió mantener su nivel de inversiones y compensar la recesión sin agravar la situación fiscal. Esto no ocurrió en la posterior crisis de la periferia europea en 2010-13, cuando unas transferencias fiscales europeas, aunque hubieran sido excepcionales y transitorias, habrían sido un potente incentivo político para apoyar reformas y ajustes impopulares pero necesarios. Lo que se produjo, desafortunadamente, es una contracción particularmente inoportuna del presupuesto europeo.

Otro esperanzador ejemplo de buena gestión europea en esos años en los nuevos países socios, fue la llamada “iniciativa de Viena”, que fue promovida por las instituciones financieras internacionales (IFIs). Esta iniciativa consistió en un acuerdo que comprometió a los principales bancos internacionales, sobre todo europeos, para que mantuvieran sus exposiciones financieras en la región. Como nada más comenzar la crisis económica se habían desatado las dudas sobre las exposiciones de los grandes bancos de la UE en Europa del Este, si éstos hubieran decidido retirar capitales de la región, la situación financiera se habría descontrolado. El resultado fue ejemplar: La crisis económica no se vio agravada por desórdenes financieros. De nuevo esto contrasta con el desorden financiero y las salidas de capitales masivas que se produjeron en la crisis posterior de la zona Euro.

Los Países del Este se fueron recuperando de la crisis y han recobrado el crecimiento. Las inflaciones descontroladas, que tanto daño hicieron en los años 90, quedaron ya muy lejos. La gestión macroeconómica se ha visto anclada y muy reforzada por el marco institucional europeo. Para la estructura económica, la integración con la industria centroeuropea es ahora notable, y también se han desarrollado importantes mejoras en las infraestructuras gracias a los fondos europeos.


PIB Per Cápita (€ a precios corrientes) en varios Países del Este (2000-2016)
Gráfico

Fuente: Eurostat (2017)

Una dimensión económica y humana fundamental para los nuevos socios ha sido la demografía. Así como Polonia ha dejado de ser una fuente de emigración en los últimos años, Rumanía y Bulgaria siguen viéndose afectados por la pérdida de una parte muy sustancial de sus trabajadores. Para los ciudadanos de estos países, la entrada en la UE ha supuesto una gran ventaja al incrementar exponencialmente las oportunidades laborales y de acceso a servicios avanzados de salud y educación, pero precisamente por ello constituye un doble reto para sus países de origen, que no consiguen mejorar sus economías y sus servicios públicos con la misma rapidez con la que emigran los trabajadores. Sus problemas pueden ser parecidos a los que afectan a provincias más rurales dentro de un país, como pueden ser Teruel o Soria: principalmente el riesgo de envejecimiento y despoblación.

En definitiva, para los ciudadanos de los nuevos países socios, la UE ha presentado una mejora de oportunidades y de nivel económico extraordinaria. Los servicios públicos y las instituciones también han mejorado, pero en algunos países a una velocidad notablemente menor. El trabajo para sostener la convergencia implica continuar con reformas estructurales que cada vez son más complicadas políticamente. Y serán tanto más complicadas cuanto más se enfríe la vocación europea de sus dirigentes políticos. Como en cualquier unión, la responsabilidad de los líderes locales en evitar discursos nacionalistas será clave para sostener su progreso dentro de la Unión Europea.

 

Referencias:

FONDO MONETARIO INTERNACIONAL (FMI, 2014): “25 Years Of Transition. Post-Communist Europe and the IMF”. Octubre 2014. Accesible en: http://www.imf.org/external/region/bal/rr/2014/25_years_of_transition.pdf

MARTÍNEZ ROLLAND, M.A. (2017) “Diez Años de Rumanía en la UE. Balance Económico” Boletín Económico de Información Comercial Española 3090, Agosto 2017. Accesible en: http://www.revistasice.com/CachePDF/BICE_3090___3F11461F31AC3AFF8758615E6EAA17E1.pdf

 

Autor: Miguel Ángel Martínez Rolland