A pocos interesados en las cuestiones del comercio y las inversiones internacionales les habrá pasado desapercibido el informe del Pew Research Center denominado Fe y escepticismo sobre el comercio y las inversiones exteriores, que se hizo público el pasado mes de septiembre y está disponible en su página web www.pewresearch.org.

Se trata del resultado de una encuesta realizada en 44 países en la primavera de este año, en el que España destaca entre los desarrollados en cuanto a la opinión positiva de sus ciudadanos frente a la apertura exterior y sus efectos.

Por lo que respecta al comercio internacional, el 91% de los encuestados españoles considera que aumentar las relaciones comerciales y de negocios con otros países es bueno, algo similar a los alemanes pero bastante más que el 73% de los franceses o el 59% de los italianos. Por otra parte, solo el 20% de los españoles cree que el comercio internacional destruye empleos, frente al 59% de los italianos, el 49% de los franceses o el 28% de los alemanes. Un tercio de los españoles piensa que el comercio internacional empuja los salarios a la baja, como los alemanes, mientras que son la mitad de los italianos y franceses los que piensan así.

En cuanto a las inversiones, el 85% de los españoles consultados considera que la construcción de nuevas plantas de producción por empresas extranjeras en el país es positiva, porcentaje entre 10 y 25 puntos superior a la de los otros países citados. Incluso solamente el 54% de los españoles creen que la adquisición de empresas nacionales por parte de otras extranjeras sea negativo, frente al 79% de los alemanes, el 73% de los italianos o el 68% de los franceses.

En definitiva, España aparece como un país que destaca por la disposición favorable de sus ciudadanos a la internacionalización en relación a los países de nuestro entorno próximo, que muestran un escepticismo sensiblemente superior que también se aprecia en EEUU y Japón. Los españoles no atribuyen, en general, la crisis económica a la apertura de la economía española, lo cual es acertado ya que el sector exterior ha sido una víctima de la crisis y no una de sus causas. Por la misma razón, tampoco creerán que cerrar las fronteras a los flujos de comercio e inversión podría resolver los problemas económicos, a diferencia de otros países en que se viven crecientes presiones proteccionistas. Las encuestas de opinión reflejan que los españoles pueden atribuir la crisis a los políticos, a los bancos o a la corrupción, pero no al comercio o las inversiones internacionales.

Las razones de esta percepción más favorable en España son diversas. Una puede ser que los españoles, a diferencia de otros de sus vecinos, llevan viviendo un proceso ininterrumpido y acelerado de apertura comercial e integración en la economía global desde hace treinta años, y hoy viven mejor que antes. Quizá por ello la liberalización haya sido interiorizada como consustancial al proceso de desarrollo y las cuestiones del comercio internacional sean un tema que ocupa escaso tiempo, espacio e interés en los medios, en el debate público o e incluso en el Parlamento. Es algo consistente con el ejemplar proceso de inserción de varios millones de inmigrantes que los españoles han protagonizado en la última década de manera natural y sin sobresaltos.

Es positivo que los ciudadanos españoles se muestren favorables a la apertura e internacionalización en un momento en que promover la competitividad para profundizar en la integración de la economía española en la global es imprescindible para construir un modelo de crecimiento más sólido, equilibrado, sostenible y generador de empleo de calidad.

Por Alfredo Bonet