Luis Martínez Arévalo

Al acercarse las elecciones, los políticos de todas las tendencias empiezan a mostrar su preocupación por la España que se despuebla. Se aduce que provincias como Guadalajara, Cuenca o Teruel están sufriendo una fuerte pérdida de población y se proclama la necesidad de fuertes inversiones en infraestructura para frenarla.

En un reciente viaje por Cuenca tuve ocasión de observar algunos de los problemas de la España vacía. En efecto, pude comprobar como en la CUV9113, entre Las Majadas y Casa de Tejadillos, el tráfico procedía con gran lentitud. La dificultad no era el firme de la carretera (excelente, por otra parte), sino lo sinuoso del trazado, lo angosto de una vía que transcurre por desfiladeros naturales de roca caliza y el hecho de que en cada curva apareciera alguna autocaravana, algún ciclista o incluso algún caminante, salido de las sendas peatonales del entorno. Se me ocurre que una autopista sobre pilares, del tipo de la que ha hecho desparecer Despeñaperros, quizás de cuatro o seis carriles, contribuiría a hacer más rápido el paso por esos lugares orográficamente difíciles. Quizás podrían buscarse soluciones más novedosas: en Medellín (4,5 millones de habitantes) y en La Paz (2,2 millones) se han construido con gran éxito sistemas de teleféricos que permiten desplazarse desde el centro de las respectivas ciudades a los cerros circundantes, en los que habita buena parte de la población.

Es posible que un cable desde Las Majadas hasta Tragacete, tendido sobre la Serranía de Cuenca, con parada en esa maravilla natural que son los Callejones de las Majadas, fomentase el turismo al permitir la visita del conjunto de la región en pocos minutos. En México, y con un coste estimado de unos 7.000 millones de dólares, se está construyendo el llamado «tren maya», un ferrocarril moderno que realizará un periplo de 1.500 km en torno al Yucatán, efectuando paradas en los principales yacimientos arqueológicos. De forma similar, un tren circular de alta velocidad desde Cuenca hasta Cuenca, con paradas en La Ciudad Encantada, Las Majadas, Poyatos, los nacimientos de los ríos Cuervo y Tajo y la laguna de Uña, lograría un tránsito acelerado de turistas por la región.

He sugerido algunas inversiones que los políticos pueden preconizar para ganar votos. Yo, por mi parte, debo señalar que en los pueblos que visité no observé síntomas de falta de inversión. Las Majadas, 277 habitantes, antes sinónimo de población perdida en el monte, dispone de una moderna zona turístico-residencial; Tragacete, 288 habitantes, sufrió un ciclo de construcción similar al del resto de España, del que ha quedado un barrio de viviendas a medio construir; el pie de la frecuentada laguna de Uña se ha convertido en un polo de excelencia gastronómica basado en el producto local.

En mi opinión, la respuesta lógica a la despoblación consiste en aceptar que se trata de una evolución natural, no exenta de ventajas, frente a la que probablemente no convenga hacer nada. La población española, como la de todo el mundo, tiende a concentrarse en las ciudades; el campo se despuebla, reaparece la fauna salvaje, se repuebla el monte. El hombre vuelve a esos parajes, no para residir permanentemente, sino para turistear: en bici, en autocaravana, a pie; sin mucha prisa.