Financiación combinada y desarrollo sostenible

La asamblea de otoño del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial recientemente clausurada en Indonesia, así como los seminarios y conferencias que se celebraron en sus márgenes, permitieron un ejercicio de reflexión profunda sobre la economía y finanzas globales. Una de las iniciativas que ha sonado con fuerza en las reuniones es la apuesta por la financiación combinada (blended finance) como instrumento para promover los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.

La financiación combinada se refiere a los acuerdos o estructuras financieras que mezclan recursos de distinta naturaleza y buscan vincular a actores tan diversos como gobiernos, instituciones de desarrollo, sociedad civil o entidades de derecho privado. Los bancos e instituciones internacionales de desarrollo, tal como ilustra su reciente informe conjunto Blended Concessional Finance for Private Sector Projects, han puesto el acento en utilizar recursos blandos provenientes de donantes (muy especialmente de la cooperación internacional) para apalancar otros tipos de fondos –de la banca comercial y de desarrollo– como la mejor alquimia para financiar proyectos que promuevan los ODS.

La fórmula satisface el principio normativo de la adicionalidad de los recursos financieros públicos, idealmente enfocados a cubrir huecos del mercado y financiar proyectos de inversión que en otro caso no serían viables. Así, la financiación combinada como catalizadora de la inversión privada (crowding in vs crowdIng out), se presenta como una herramienta capaz de propiciar proyectos de infraestructuras y proveer otros bienes públicos (tales como salud, educación, mitigación del cambio climático o financiación para pymes y microempresas) que son identificados como factores cruciales para el desarrollo sostenible.

Igualmente, las operaciones objeto de financiación combinada deben someterse a un minucioso análisis de impacto en lo atinente al cumplimiento de los estándares más elevados en materia social, medioambiental y ética. En caso contrario, este tipo de actuaciones mixtas estarían resolviendo una carencia de mercado a costa de generar un problema de sostenibilidad.

Aun cuando su importancia sea creciente, el blended finance no se inventó ayer. El informe citado anteriormente agrega las inversiones de los distintos bancos e instituciones financieras de desarrollo multilaterales y bilaterales (IFD). De los más de 100.000 millones de dólares movilizados en 2017, aproximadamente 8.400 millones responden al esquema combinado. Sobre un monto de 1.200 millones de dólares de recursos concesionales, se han aportado 3.300 millones privados y 3.900 millones procedentes de las IFD. La lectura más optimista de esta relación es que el recurso blando ha permitido un multiplicador de 7 a la hora de financiar proyectos. Buena parte de los recursos se han dirigido a infraestructuras, a menudo relacionadas con cambio climático, en países de renta media baja, existiendo una fuerte demanda en regiones de gran importancia para España como América Latina y Norte de África.

Son varios los instrumentos financieros concesionales que tienen la capacidad de apalancar recursos privados haciendo el papel de credit enhancement. No obstante, las garantías están llamadas a jugar un papel principal en esta alquimia. En efecto, se trata de mitigar los riesgos (de-risking) para hacer que determinados proyectos de inversión sean bancables . El compromiso con la sostenibilidad obliga a internalizar cualquier efecto externo en el plan económico–financiero del proyecto, lo que hace el citado enhancement tanto más necesario.

La idea de la financiación combinada como motor de desarrollo económico sostenible ha llamado la atención de múltiples instituciones, que van desde Naciones Unidas con su Fondo Verde para el Clima hasta la Unión Europea. De hecho, en su Plan de Inversiones Exteriores la Comisión ha decidido complementar los instrumentos tradicionales de la cooperación, como las subvenciones o el apoyo presupuestario, con las garantías. Con el objetivo de multiplicar el impacto de los recursos públicos, tal como ocurrió con el Plan Juncker, la Comisión espera movilizar entre 8.000 millones y 9.000 millones de euros, a partir de 800 millones de garantías hasta 2021. La apuesta se redoblará para el período presupuestario 2021-27 con un objetivo de 500.000 millones (half a trillion) de euros movilizados en inversiones exteriores.

La implementación de las garantías está todavía sujeta a diversas incógnitas. Sin embargo, si los esquemas se diseñan correctamente, la mejora en el perfil de riesgo de los proyectos debe ser superior al coste de aquellas. Igualmente, el aumento del PIB asociado al uso de la infraestructura ha de ser superior a la deuda generada, mejorando así la capacidad de repago de los proyectos.

España afronta el contexto del blending con algunos rasgos específicos que podrían condicionar el futuro: menor experiencia que otros países con larga tradición en financiación del desarrollo, profusión de actores públicos y abanico de instrumentos financieros que presenta ciertas rigideces en su diseño y gestión administrativa. La importancia que se otorga a la financiación combinada a nivel internacional genera evidentes retos y oportunidades para la política comercial, la cooperación financiera al desarrollo y la política exterior. La agenda del Gobierno apunta a jugar el partido del blended finance. Pero para tener un impacto relevante y ser eficientes habrá que poner el equipo a punto, lo que requiere la efectiva coordinación de los jugadores: entidades públicas, instituciones de desarrollo, inversores y empresas.

Presidente de Cofides y director general.

Por: José Luis Curbelo y Rodrigo Madrazo García