ES LA DESIGUALDAD, ESTUPIDO
Luis de Velasco
En las elecciones presidenciales en Estados Unidos de 1992 el claro favorito era el candidato republicano Bush ( me refiero al padre por supuesto, no al hijo que vendría después con sus famosas y falsas “armas de destrucción masiva” para atacar Irak), favorito indiscutible frente a un semidesconocido Clinton. Es en la campaña presidencial cuando los asesores de éste lanzan un “slogan” de enorme y duradero impacto: ”It is the economy,stupid” Frente a los reconocidos éxitos de Bush en política exterior insisten en lo que consideran su flanco débil que no es otro que la situación económica del país. De ahí ese lema que alcanza un enorme eco, eco que , adaptado a otros temas perdura hoy en todo el mundo y por eso me permito utilizarlo.
El autor plantea el debate acerca de la incompatibilidad o complementariedad de los objetivos de eficiencia y equidad de las políticas públicas y, frente a una visión tradicional que considera que existen costes de oportunidad entre ellos, apunta a una posible complementariedad. Lo cierto es que, por lo menos en el caso español, es difícil contrastar empíricamente las dos hipótesis posibles, ya que la mayor parte de las políticas públicas que teóricamente han pretendido lograr objetivos de eficiencia o de equidad en realidad estaban pensadas para defender los intereses de grupos de presión con influencia sobre el partido político que estuviera en el gobierno en cada momento.
En todo caso, más que plantear que los objetivos de eficiencia y equidad puedan ser complementarios en lugar de incompatibles, quizá se podría plantear de manera diferente: a pesar del antagonismo a corto plazo que puede haber entre los objetivos de eficiencia y equidad, parece haber motivos para dudar seriamente de la sostenibilidad de los logros que se alcancen en materia de eficiencia si vienen acompañados de un deterioro de la equidad. Por ello, tras décadas en la que esto es precisamente lo que se ha producido, efectivamente, la equidad debería tener un mayor peso en las políticas públicas, pero estas políticas se deben diseñar y seleccionar de manera honesta. La equidad no debe ser un pretexto para adoptar políticas cortoplacistas dirigidas a apaciguar a colectivos profesionales que gozan de condiciones económicas mucho mejores que las de la media de los trabajadores o que las de la media de los trabajadores con similar grado de formación y que sientan la amenaza de otros trabajadores que deseen entrar en sus mercados.