Recientemente ha vuelto al debate nacional la renta básica – una renta de carácter universal, no condicionada (se concedería a todos los ciudadanos por el mero hecho de ser ciudadanos) y que permitiría mantener cierto nivel de vida. Una propuesta que ha sido defendida por economistas como Friedman y políticos conservadores (en sustitución de las demás prestaciones del estado de bienestar) y por filósofos y políticos de izquierda (para complementar al estado del bienestar). En España, la Red Renta Básica es una firme defensora de la iniciativa.

La renta básica se diferencia de otras propuestas en su carácter universal y no condicionado. En este sentido, es importante diferenciar entre:

  • Rentas mínimas de inserción: prestaciones económicas que se conceden a determinas personas en riesgo de pobreza y condicionadas generalmente a la búsqueda activa de empleo.
  • Impuesto negativo sobre la renta: estructura impositiva que garantiza el abono de una renta para aquellos individuos que no obtengan ninguna renta o que obtengan rentas por debajo de un determinado importe y de concesión anual, por la propia naturaleza del impuesto sobre la renta.
  • Complementos salariales: prestaciones económicas adicionales para aquellos trabajadores que obtienen un salario por debajo de un determinado umbral.

Frente a ellas, la renta básica no consiste en una prestación asistencial, más bien se trata de un derecho ciudadano, de ahí su carácter universal y su incondicionalidad. Entre las ventajas que presenta esta propuesta se pueden señalar que permitiría mantener cierto nivel de vida a personas que se encuentran en situación de pobreza, mejoraría el poder negociador de los trabajadores o facilitaría el emprendimiento. De este modo, es normal que en un contexto de crisis económica como el reciente, esta propuesta haya vuelto a cobrar protagonismo. En Suiza se votó en Junio de 2016 la adopción de una renta básica de más de 2.000€ que finalmente fue rechazada por el 77% de los votantes. En Finlandia se ha puesto en marcha un experimento en enero de este año que analiza cómo afectaría al empleo la distribución de una renta básica de 560€ al mes, y así se suman a esta lista otros lugares como Utrecht, California o incluso, Uganda.

Estos experimentos sociales pueden ayudarnos a formar un juicio sobre las ventajas de la renta básica, aunque no son nuevos. Durante los años 70 se llevaron a cabo cinco experimentos en América del Norte, entre los que cabe destacar el experimento Mincome, realizado en Dauphin (Canadá) entre 1974 y 1979. Su importancia reside en que la renta no estaba limitada a un subgrupo de la población, sino que todos los ciudadanos de esta localidad (aproximadamente unos 10.000) eran aptos para recibirla. Ello permitía capturar mejor los efectos externos de la renta básica y su impacto en la comunidad. A los ciudadanos de esta localidad se les otorgó durante cuatro años de 100 a 500 dólares mensuales de forma no condicionada. En concreto, cada persona recibía el 60% del umbral de ingresos mínimos de Canadá (4.800$) y por cada dólar de ingreso adicional se reducía en 50 céntimos la prestación.

Desafortunadamente, el análisis de los datos no se ha producido hasta 2011. Por una parte, la inflación asociada a los shocks de oferta y el desempleo creciente incrementaron el gasto en prestaciones, pero el presupuesto se quedó congelado en 17 millones de dólares. Por otra, el pensamiento económico e ideológico basculó hacia nuevas preocupaciones. El resultado fue que los investigadores se centraron en la recogida de datos y su análisis fue limitado.

No fue hasta 2011 cuando Evelyn Forget publicó un estudio sobre el experimento canadiense “The town with no poverty”, donde recogió los principales resultados de la “seguridad en los ingresos” que conllevaba la renta básica. Los resultados son los siguientes:

  • No afectó a la oferta de trabajo del primer receptor de la renta (los hombres), pero sí de las mujeres y jóvenes, lo cual es coherente con las elasticidades observadas de la oferta de trabajo.
  • Mejoró la salud y los resultados educativos.
  • Descendió la violencia doméstica, el número de accidentes de coche, así como las hospitalizaciones psiquiátricas.

En resumen, la seguridad en la percepción de las rentas futuras aumentó el bienestar. Sin embargo, hay que tener en cuenta una serie de limitaciones para interpretar correctamente estos experimentos y poder aplicarlos en España:

  • Los experimentos son limitados temporalmente mientras que la percepción de la renta básica es ilimitada en el tiempo. Ello genera un efecto desincentivo sobre la oferta de trabajo o un efecto sustitución trabajo-ocio más fuerte. Es decir, los individuos desempleados saben que percibirán esa renta durante un tiempo limitado, por lo que preferirán no trabajar durante este tiempo y cuando no perciban la renta, volver a trabajar. Una renta básica sin límite de tiempo generaría además un efecto renta que podría alterar los resultados dependiendo de la situación laboral de los afectados.
  • Las prestaciones están limitadas a un grupo de individuos. En la práctica la instauración de una renta básica podría generar un efecto llamada (y no pensemos en los inmigrantes irregulares, los cuales tienen ya suficientes incentivos a emigrar, también se producirían migraciones desde países desarrollados). Esto afectaría a la viabilidad de las prestaciones. En el caso de Dauphin, se excluyó a aquellas personas que salieron o entraron a residir en el municipio, lo que nos aleja de la realidad.
  • La renta básica se financia exógenamente, es decir, se destinan unas partidas presupuestarias específicas a su financiación, por lo que no podemos analizar el efecto de un incremento de impuestos sobre la oferta de trabajo y sobre la eficiencia. Este efecto será eminentemente negativo y esconde un obstáculo importante: cómo financiar la renta básica y si realmente es viable.
  • La renta básica genera ciertos efectos positivos, pero no por sí misma sino por la eliminación de otro tipo de ineficiencias. Así, si está renta se implementa mediante una prestación y un tipo impositivo único (lo que se conoce como un “flat tax”), se generaría una ganancia de eficiencia en línea con la teoría impositiva óptima, pero no por la percepción de la renta. Por otra parte, la renta básica se podría acumular al salario, lo que incentiva la aceptación de ofertas de trabajo por los desempleados, a diferencia del actual sistema de prestaciones por desempleo, donde el trabajador debe rechazar la prestación. El actual sistema genera un desincentivo a aceptar ofertas de trabajo con salarios iguales o escasamente superiores a la prestación por desempleo. El establecimiento de la renta básica eliminaría estos tipos de ineficiencias o incentivos perversos, pero las ganancias no provienen de la renta básica per se sino de la eliminación de otras ineficiencias.
  • El contexto institucional también importa. No se puede estudiar una medida de política económica y tratar de importarla a España sin tener en cuenta la interrelación con otras instituciones. Principalmente, con el mercado de trabajo. Los países donde se ha estudiado implantar este tipo de medidas tienen mercados de trabajo mucho más dinámicos: Suiza (1º), Canadá (8º) Holanda (14º), Finlandia (23º) y finalmente España (69º), según el Índice de Competitividad Global 2016–2017 del Foro Económico Mundial. No podemos separar el estudio del mercado de trabajo de las prestaciones asistenciales. Asimismo, otro indicador estrechamente relacionado con el empleo es la facilidad para abrir un negocio. Según el indicador Doing Business, España se sitúa en el puesto 85º en la facilidad para abrir un negocio. Canadá se sitúa en 2ª posición y Holanda en la 22ª. Por todo ello debemos ser cautelosos al aplicar esta política en nuestro país, pues las instituciones son diferentes.
  • ¿Cómo interpretar los experimentos sociales? Se suele concluir de estos experimentos que la renta básica funciona y que aumenta el bienestar de la sociedad. Sin embargo, sólo podemos decir que ésta es eficaz, en este sentido no se puede negar, cumple con su objetivo de reducción de la desigualdad. ¿Pero es eficiente? Es decir: ¿Existen otras alternativas que tengan un mayor impacto en términos de reducción de pobreza o de bienestar? Algunas estimaciones apuntan a una transferencia de recursos de 35.000 millones de euros. Con este volumen de gasto podrían dotarse mejores hospitales, escuelas, o programas de rentas mínimas. Tengamos en cuenta, además, que la pobreza en los países desarrollados suele asociarse a situaciones de exclusión social y que para combatirla se necesitan programas específicos de integración social. La renta básica puede reducir la desigualdad, pero la pobreza tiene un componente cualitativo para lo que hace falta algo más que el aseguramiento de una renta.

En conclusión, durante los próximos años veremos los resultados de los principales experimentos sociales sobre la renta básica que se están llevando a cabo actualmente. En la medida en que estos experimentos repliquen los supuestos relevantes de la realidad, sus predicciones serán más acertadas. De lo contrario su utilidad y su aplicabilidad para el diseño de la política económica serán limitadas.

Por Álvaro Muñoz Camacho